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Álvaro Fernández Ibáñez

Experto internacional en neurociencia y neurotecnología, fundador de Sharp Brains e inversor en Nuroe

Por qué debemos invertir en la inteligencia humana en la era de la inteligencia artificial

Según este experto, la economía del futuro no dependerá solo de la digitalización o de la inteligencia artificial, sino del desarrollo del capital cognitivo

Por qué debemos invertir en la inteligencia humana en la era de la inteligencia artificial

Vivimos en un punto de inflexión histórico en el que la atención se ha convertido en un recurso escaso (y copado por noticias sobre la inteligencia artificial) y la innovación inteligente en una necesidad urgente.

Revolución mundial

La inteligencia artificial va a revolucionar industrias, el mundo laboral cambia más rápido de lo que lo hacen los planes educativos, y el envejecimiento poblacional en España y otros países de nuestro entorno añade presión sobre los sistemas de salud y las finanzas públicas. 

¿Y si el verdadero motor de la innovación y el crecimiento no fuera la IA, sino la natural, la inteligencia humana? ¿Y si pudiéramos fortalecer nuestros cerebros y mentes de modo que podamos beneficiarnos de las nuevas herramientas, aportando valor a la economía y a nosotros mismo, en vez de verlas como una amenaza?

Inteligencia humana

Recordemos que el WEF prevé que el 85% de empleos en 2030 demanden habilidades irreplicables por IA, como pensamiento crítico y creatividad. 

Según el informe PIAAC (2023), en España un 30% de los adultos presenta bajo nivel en matemáticas y lectura y un 35% reconoce dificultades en resolución de problemas

Cifras que sitúan al país por debajo de la media de la OCDE y que reflejan la urgencia de fortalecer la base cognitiva desde edades tempranas y en continuar desarrollándolas durante toda la vida.

Quizá por eso la Comisión Europea, en su informe State of the Digital Decade 2025, recuerda que, aunque España lidera en infraestructuras digitales, aún tenemos pendiente el invertir en nuestro capital humano para sostener el bienestar y la competitividad.

La OCDE va más allá y advierte que el futuro de la productividad y por consiguiente de las economías avanzadas depende de la capacidad de las personas para aprender durante toda la vida.

Inversión en el capital cognitivo

Aquí entra en juego la inversión en inteligencia humana, entendiendo nuestro capital cognitivo colectivo y la salud de nuestros cerebros como materia prima del crecimiento económico y social.

No se trata solo de adaptar el temario en la educación, por ejemplo, sino de reconocer que capacidades clave como la atención, la concentración o la memoria de trabajo son tan determinantes como las infraestructuras tecnológicas, y que son entrenables y mejorables. Invertir en ellas no solo mejora el rendimiento individual, también multiplica la capacidad de innovación colectiva.

De hecho, el Foro Económico Mundial y McKinsey estiman que priorizar la salud cerebral podría generar hasta 26 billones de dólares en oportunidades económicas globales en la próxima década.

Los 3 pilares de la inteligencia humana

Para potenciar la inteligencia humana, hay tres pilares universales que actúan en sinergia.

Ejercicio aerobico

A menos tres horas semanales de actividades como natación, tenis o caminar rápido, que elevan la tasa cardíaca y fomentan la neurogénesis, es decir, la creación de nuevas neuronas.

Ejercicio cognitivo

Debe incluir novedad, variedad y desafío, como practicar idiomas o aprender habilidades nuevas, evitando rutinas pasivas como ver siempre el mismo programa de televisión, para fortalecer conexiones neuronales.

El manejo del estrés

Técnicas como la meditación, la respiración controlada o el biofeedback a través de apps.

En la era de la IA, estos pilares mantienen nuestra inteligencia humana ágil y resiliente, asegurando que no nos limitemos a delegar en máquinas cada vez más, sino que las superemos en creatividad y adaptación, pudiendo co-crear e innovar mejor combinando ambas inteligencias.

La memoria operativa o de trabajo

Dentro de este paradigma, la llamada ‘memoria operativa’ o ‘de trabajo’ ocupa un lugar central. Es la capacidad que permite mantener información activa mientras se resuelven problemas, se lee o se toman decisiones. Es el “motor del aprendizaje” especialmente en entornos complejos y cambiantes como los que estamos viviendo. 

El debate sobre la IA, la productividad y el futuro económico no puede ignorar el cerebro humano. Para preparar a las personas en un mundo donde profesiones tradicionales se evaporan —conductores reemplazados por vehículos autónomos, analistas por algoritmos— debemos priorizar el entrenamiento de capacidades que habilitan el aprendizaje continuo.

Invertir en inteligencia humana nos puede posicionar como líderes en un futuro donde lo humano y lo artificial se complementan para generar prosperidad.

Invertir en inteligencia humana mitiga los riesgos y maximiza los beneficios de la IA, convirtiéndola en un complemento, no en un sustituto.

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